El Legado de Gonzalo Sánchez Vázquez

«LA LECCIÓN QUE NOS DIÓ NO ESTÁ ACABADA ¡Y EL CORAZÓN NO OLVIDA!: EL LEGADO DE GONZALO SÁNCHEZ VÁZQUEZ»

por Claudi Alsina

José Echegaray, Zoel García de Galdeano, Eduardo Torroja, José Mª Plans, Antonio Torroja, Julio Rey Pastor, Esteban Terradas, Manuel Balanzat, Pedro Pi Calleja, Pedro Puig Adam, Maria Rubies,… ¡Gonzalo Sánchez Vázquez!… Si hay un cielo para los profesores de matemáticas buenos, Gonzalo Sánchez Vázquez ha ingresado en él. A todos nosotros, la gente de la educación Matemática, nos queda ahora la añoranza de su memoria y el valioso legado de su vida y su obra.

Los que hemos tenido la suerte y el privilegio de contar con la amistad de Gonzalo, colaborar con él y ser testigos de su gran labor nos incumbe ahora el deber de reflexionar sobre su legado.

Entre 1986 y 1996, la última década de Gonzalo, hemos podido vivir, como colectivo, un período de euforia creativa y realizaciones importantes: consolidación y expansión de sociedades y asociaciones, la federación, las revistas, las jornadas, los talleres, las JAEM, el 1º CIBEM, el ICME-8,… tal como indica el nombre de SUMA, en esta década hemos podido asistir a una agregación de trabajos y de esfuerzos, a una convergencia en los objetivos y a una vital colaboración de todos… y todo ello desde las bases, desde el entusiasmo de una parte considerable del profesorado de matemáticas.

Un breve repaso a toda esta actividad, que culmina, sin duda, con el reconocimiento internacional que el ICME-8 representó, nos lleva enseguida a la conclusión de que necesariamente hubo detrás de todo esto, el aliento, el engrase y la dedicación de alguien. Y este fué Gonzalo.

Por todo ello me gustaría profundizar ahora en siete características de Gonzalo que son un buen foro de referencia para todos y que constituyen, posiblemente, siete claves para entender el legado de Gonzalo para el profesorado de matemáticas.

El compromiso personal con el propio oficio

Gonzalo tenía siempre presente su total compromiso con la educación matemática, su dedicación total al movimiento de profesores, aprovechando cualquier ocasión y situación para animar, sugerir, organizar,… algunas veces de forma eficaz y directa pero en muchos casos también de forma sutil y, aparentemente, indirecta.

Accesible y abierto a todos y todas, sin protocolos ni distancias, la compañía de Gonzalo ya sea andando, comiendo o discutiendo fue siempre una reafirmación continuada de su entrega y su respaldo a los demás. A todo esto él lo denominaba «crear inquietud», «contagiar entusiasmo»… y fue objetivo de sus últimos años implicarse en todo aquello que pudiera contribuir a crear un «clima favorable».

La consolidación de muchas sociedades, asociaciones y federaciones tienen como punto referencial a Gonzalo y como responsables a muchas de las personas entusiasmadas por él. Gonzalo tenía siempre claros los objetivos y logró acercamientos y unanimidades que posiblemente nadie más hubiese podido conseguir.

El exquisito lenguaje de la humildad

Gonzalo siempre fue un gran maestro en el uso exquisito del lenguaje oral o escrito para referirse a cualquier cosa, intentando no dejar nunca de decir lo que creía que debía decirse pero diciéndolo siempre de la forma más amable, más respetuosa y más humilde.
Todos recordaremos a parte de sus poesías, sus expresiones:

«…estos catedráticos tienen todos mis respetos pero…»

«…facultades que han sido poco sensibles a…»

«…pero esto no debería ser incompatible con…»

«…no, no son actividades marginales…»

«…porqué, no intentamos otra cosa…»

«…no se lo ha tomado del todo bien…»

«…en esto la administración no ha demostrado…»

La comunicación con Gonzalo siempre fue fluida y enriquecedora. Su sentida humildad y su carácter extrovertido facilitaron los diálogos y los convenios.

El amor por las matemáticas

Gonzalo supo combinar perfectamente su gran labor de organización, representación y liderazgo con su gran amor por las matemáticas. Era un amor nacido desde la ilusión por enseñarlas y basado en un profundo conocimiento de las mismas.

Sus escritos y cursos sobre geometría revelaban, especialmente, este aspecto. Su ingeniosa demostración del teorema de Ptolomeo, discutido con tantos de nosotros revela que siempre tuvo especial interés para gozar de las matemáticas e intentar compartir este gozo con los demás.

Hizo cientos de discursos de apertura, de clausura o de presentación que no le permitieron poder presentar, seguramente, otras muchas ideas matemáticas que le hubiese gustado compartir. Pero su fuerte vocación matemática se notó siempre en sus referencias, en sus citas, en sus evocaciones.

La geometría fue, durante toda su vida, su gran amante matemática; las transformaciones geométricas le iluminaban la cara y los problemas ingeniosos que incitaban su curiosidad ponían a cien su fina intuición estratégica.

El amor por el alumnado

Gonzalo se movió en sus últimos años en un ambiente de profesorado. Pero nunca olvidó a los chicos y chicas. Su orgullo por haber sido maestro, profesor de secundaría y de universidad siempre formó parte de sus explicaciones.

Las referencias a sus propios ex-alumnos y los recuerdos cariñosos de los mismos inundaban, no exentos de emoción, sus palabras. Porque Gonzalo veía su éxito como profesor no en su lucimiento personal sino en las respuestas del alumnado, en las inquietudes provocadas en éste, en el éxito de los chicos y chicas en su vida…

Gonzalo entendió la reforma como la necesaria redefinición del rol del profesorado para evolucionar desde un protagonismo magistral en la clase a un protagonismo indirecto, más creativo e inductor de nuevas formas de aprender.

El respeto a la labor del profesorado

Gonzalo supo mostrar siempre su enorme respeto, admiración y apoyo por la labor «en clase» del profesorado, lo que a él le gustó llamar el «profesorado de base». No escatimó nunca elogios a los materiales, las calculadoras, los libros, etc. pero siempre surgía su conocida afirmación «…pero sigue siendo central el papel del profesor».

Gonzalo vió claro que la idea clave para lograr reformas era intentar «llegar» «a miles de profesores» y no a unos pocos. Como los grandes estrategas, Gonzalo supo ver no solo las necesidades de reforma y formación sino el problema de su implementación masiva.

Y Gonzalo buscaba, de hecho, que la renovación llegara a los niños y niñas pero creía, con acierto, que ello nunca será posible con la complicidad de unos pocos. En este sentido cabe entender sus esfuerzos a nivel comarcal, provincial, autonómico, español, iberoamericano, internacional… y no hay ni que decirlo, la grandeza de la SAEM Thales.

La ilusión como motor de vida

Gonzalo hizo de la ilusión por una educación matemática mejor su motor de vida, logrando además que «su» ilusión se hiciera contagiosa. Ilusión en todos los niveles. Ilusión por la generación de cosas nuevas y objetivos siempre renovados.

Y no faltaron motivos personales y familiares que hubiesen podido sumir a Gonzalo en tristezas impensables. Sin embargo supo siempre recuperar y compartir la ilusión por seguir, por avanzar, por mejorar, por ir subiendo al tren a nuevos compañeros y compañeras.

El liderazgo ganado a pulso

Gonzalo supo ganarse a pulso el aprecio de todos y todas, y sobre este aprecio edificar su liderazgo. Fue un proceso no ajeno a sus cualidades humanas y diplomáticas. Un proceso mediante el cual Gonzalo supo mantener con cada persona un diálogo sincero e inteligente, una relación no basada en el maquiavelismo sino en la edificación constructiva de la amistad.

Su liderazgo no fue cognitivo o exhibicionista sino el resultado de un cúmulo de admiraciones y fraternidades.

Permitan que en este punto haga mención de un hecho muy singular: Gonzalo estuvo generacionalmente solo en nuestro movimiento educativo. Gonzalo, llegó a ser no el «padre» sino el «abuelo» querido por todos. Él no tuvo en su última década apoyos de profesores de su edad y tuvo que confraternizar con personas siempre mucho más jóvenes que él.

Los desgraciados acontecimientos de la historia española de este siglo alejaron de nuestro país a la flor y nata de una gran generación de maestros que en gran parte aportaron su ímpetu en los países que acogieron su obligado exilio.

Parte de la vida de Gonzalo también sufrió de este proceso pero afortunadamente pudimos recuperarle para el bien de todos. El ha sido el «Presidente» admitido por todos y posiblemente seguirá siendo el «Presidente» recordado para siempre.

Resumiendo, creo que Gonzalo nos deja el legado de la ilusión por enseñar, el del entusiasmo por mejorar, el del amor por las matemáticas, el de la utopía como motor, el de la humildad como actitud, el de la ambición en los objetivos colectivos, el del placer de compartir nuestras inquietudes… aquí está el gran legado de Gonzalo, habernos ejemplificado con su propia actuación una forma de ser y un camino a seguir.

Me gustaría ahora acabar este escrito con mi última carta dirigida a él:

Querido Gonzalo,

Hoy, en merecido homenaje, la Educación Matemática española se viste de luto para lamentar tu ausencia, pero se dispone a mirar al futuro con el beneficio de tu memoria y los frutos de tu legado espiritual.

Hemos tenido que aprender a decir adiós al amigo y compañero, a nuestro ilustre sevillano, a nuestro admirado Presidente, al poeta vital de las construcciones euclídeas, al profesor de matemáticas que todos hubiésemos querido tener… al hombre bueno que nos enseñó con su ilusión y empuje el sendero correcto por el cual debería seguir nuestro colectivo para dignificar, mejorar y ensanchar una profesión que merece nuestro esfuerzo por ser de las más bellas y exigentes.

Se ha ido tu sonrisa y tu abrazo, tu apasionado discurso y tu fina ironía, tu candor y tu apoyo. Pero nos has dejado la huella profunda del mensaje positivo de tu vida, toda una pista para tener en cuenta.

Tú supiste, como nadie, dedicar tu vida al bien de la enseñanza de las matemáticas, desde el rigor en el pensamiento y el amor por los que aprenden, desde el entusiasmo y la bondad, desde el respeto y la atención.

Tu recuerdo será referencia para todos los que pudimos gozar de tu compañía y amistad. Como mínimo ocuparán siempre un gran lugar en el cielo matemático de nuestra gratitud. Y ten por seguro que transmitiremos a las futuras generaciones de profesores y profesoras lo mucho que nos diste a todos con la más grande generosidad y entrega.

Permite que al final, no siendo yo poeta, acabe esta invocación con un pequeño y sentido poema que don Pedro Puig Adam dedicó en 1934 a su maestro José Mª Plans Freyre. El compañero Pedro, como dirías tú, dejó escritos estos versos que hoy hacemos nuestros, en forma unánime, la gente de la renovación educativa matemática.

«Su llama de bondad dejó encendida

semilla de saber dejó sembrada.

Si corta fué su vida,

no por ello su ejemplo quedó en nada.

La lección que nos dió no está acabada

¡Y el corazón no olvida!»

  1. Adiós Gonzalo… y ¡gracias!